lunes, 16 de noviembre de 2015

IGUALES

El siguiente  soneto es  el fallido  intento de  escribir  al estilo  de  Lovecraft. Lleva  tiempo  en algún  lugar de  mis  cuadernos. A  ver  qué  les  parece.


IGUALES  (O Encuentro)

Lo vi en otros ojos, lejanos, fríos,
sumergidos en esa oscuridad
enferma do la  porfiada maldad
fabrica su nido brutal e  impío.

El destello insistente, el desvarío,
la sonrisa infantil, la  mocedad,
aquella inconfundible levedad
que atrae con elegante  atavío.

La risilla, el tono, el gesto casual,
la caricia falaz y desabrida,
la palabra, la  invitación mortal.

Lo supe, lo reconocí enseguida,
solo otro monstruo conoce a su igual,
otro, que a su competencia  liquida. 


viernes, 23 de octubre de 2015

SI VOLVIERAS

Yo era  adolescente cuando murió mi madre. Y como me  enseñó  la  vida tales  dolores  uno  jamás  los  supera, sólo aprende  a  vivir  con  ellos.  Años después, escribiendo le  dediqué  algunas  estrofas. La  mayoría  lo voté  porque  francamente lo que  escribas  sobre  un dolor  tan grande parece  una  fatigada  burla,  un chiste   sin gracia  del que  no tengo porqué reírme. Pero, entre  todos, dejé  dos. El siguiente  es  uno  de  ellos. También  lo escribir hace  mucho tiempo. A ver  qué  les  parece.


Si volvieras

Madre, pienso ¿qué haría si volvieras?
¿qué pensaría yo en ese momento
confuso, sin duda, pero contento?
¿qué pasaría si otra vez te viera?

Si regresaras, si  en verdad pudieras
¡Oh, Madre! Te aseguro que  te  invento
en ese mismo instante un pensamiento
o te escribo, no sé, una  primavera.

Haría descender de  sus  esferas
A los  vientos  enormes del invierno
Y así, cuando en mis  manos  los  tuviera

No sé, entibiados  por un fuego eterno
Te  los  daría  hecho verso a  tus pies.
Madre, si tú volvieras yo... no sé...

REFLEXIÓN


El Siguiente  poema, tan distinto a  lo  que  acostumbro escribir, apareció entre  unos  papeles  que  estaba  apunto  de tirar. Me  decidí  a  dejarlo  en este espacio. No  sé,  no termina  por  convencerme, pero algunos dijeron   que estaba  bueno. A ver  qué  les  parece  a  ustedes.


Reflexión


Qué tranquilo parezco
Con mis dedos entrelazados
En aparente oración mirando al cielo.
Pero ... ¡no es cierto!
Más inquieto que antes
Más entregado más delirante,
Con ensueños arraigados
De una mocedad que no se marcha,
Que no deja las paredes de mi alma
Que me incita, me interrumpe
 Me yergue,
Me precipita 
Fastidia mis decisiones.
Más quebradizo que entero
Más ansioso que satisfecho
Aún sabiendo el doble y el triple
Conociendo mi debilidad
El ataque, el contraataque,
La tormenta se repite
Hace trizas mi fortaleza.
Que el punto de llegada
Es ahora punto de partida
Que el deseo con esfuerzo cumplido
Es padre del deseo hoy nacido.
Más tranquilo, más inquieto,
Más logrado más ignorante
Más centrado más perdido.
 Más solo, más contento,
Más amante, más triste,
Acostumbrado y rebelde
De empezar y abandonar
Crear y destruir
Que la compañía es  absoluta
O la soledad es absoluta
Dejar, poseer, soñar, perder.
Entre parcas  coordenadas
De trabajo tedioso
Y tedio trabajoso.
Aún sabiendo lo que pasa  
Aceptar te incomoda
Vencedor y  vencido
Con un pasado que ya no es
Y un futuro que aún no es
Con presentimientos más que esperanzas
Con ilusiones más que pavuras
 Más dormido que despierto
Entre sensatez y locura
Sentirme más viejo y más joven que  nunca.


martes, 15 de septiembre de 2015

EL ROBO

La siguiente  historia  la  escribí hace  mucho tiempo así  que  se  notan  las  imperfecciones  tanto  de  tipeo como  de  estilo. Espero que  igual  les  guste.



EL ROBO


  
El machismo está tan metido en el inconsciente colectivo, que ya casi supone una estrategia para enfrentar un mundo tan difícil como el nuestro. Esto lo pude comprobar, escuchando la amarga historia de uno de los amigos que conocí gracias a Carlos y Ruperto. Su nombre era Roberto, hombre más bien macho, sometido a los terribles entuertos de esta existencia, y casi pierde la vida por esta hegemonía de lo masculino. La historia nos la contó una noche cuando jugábamos el oriental “Go”, mismo que aprendió en sus dos años y un día de cárcel.
           
Se los digo en serio, amigos, -comenzó diciendo Roberto- el ser humano está hundido en la más terrible de las miserias. Primero crees saberlo todo y luego te das cuenta que tus más profundas certezas no son más que meras posibilidades.
-Esa es la diferencia entre certeza y convicción –respondí- la primera te hace soberbio, la segunda humilde.
-Pues a mí me hizo idiota, y ya saben que si tengo mi mano derecha mutilada fue por la locura y mi falta de respeto.
-Es un gran mérito reconocer las debilidades –anotó Carlos.
- Brindo por eso –aportó Ruperto.

Roberto no era un mal tipo. Tenía su moral. Para empezar nunca robó a los pobres, despreciaba a los ladrones mala clase que asaltaban los hogares de gente tan desgraciada como ellos mismos, lo que lo convirtió en un terrible enemigo de la zona oeste de la capital, capaz de desmantelar una cámara mientras te está saludando; hábil al punto de sacar un citófono al mismo tiempo que pregunta la hora. Su punto débil constituyó aquella extraña manía de generalizar, al extremo de suponer que todos los miembros de un grupo al que se le caracterizaba por determinado rasgo, debían reproducir invariablemente a todas  las  demás singularidades.
            - Ya saben –prosiguió a la vez que le echaba sal a la generosa cerveza en el local de don Lalo, el lugar de encuentro de mis dos amigos que todo lo que el ser humano supone como cierto se basa en la dicotomía muy irreal del todo-nada, siempre-nunca, todos-ninguno. Esto es todavía más peligroso en el caso de las mujeres.
            _ Volverás al tema de tu mano ¿verdad? –se anticipó Carlos – Pues esta vez y para el recién llegado, quiero oír la historia entera, aunque por favor, lo más exacto posible, sin eufemismo ni ambages. Conozco bien tus narraciones infinitas.
  
Se sirvió un largo sorbo de su helada cerveza y fumó de su cigarrillo hasta el pitillo (he aquí una combinación mortal de la que deberían cuidarse.)
            - Escucha, hermanito, lo que este socio tiene que decir, con Carlos nos hemos ahorrado más de un dolor de cabeza.
- Listo quien aprende de sus errores, sabio quien aprende los errores de los demás.
            - Amén, Carlitos. Bueno,no me doy más vueltas. Aprendan de la desgracia de un hombre que consideró a las mujeres como “secreto conocido”, “lección aprendida”, “escalón superado”. Error, terrible error. Antes contéstame tú, hermanito, lo siguiente: ¿Cuál es el peor enemigo de un hombre? ¿Cuál es el único ser capaz de hacer que un honrado varón se vuelvas mentiroso, maquiavélico, un guiñapo de la noble criatura que fue?
            - Supongo que dado el contexto la respuesta es: Una mujer.
            -¡Exacto! Y ahora ¿cuál es el peor enemigo de una mujer?
            - ¿Un... hombre?
            - ¡Claro que no! El peor enemigo de una mujer es “otra mujer”.El único ser capaz de echar por tierra los abyectos logros de una hembra es otra hembra.
            - Al punto, Robert, al punto –urgieron mis dos camaradas.
            - Allá voy. Las hembras no tienen sentido de gremio. Son mutuo destructivas. Por eso no se hacen rodear por otras del mismo género.  No puede haber dos reinas en una casa, aunque sean madre e hija. No pueden conformarse con dejar al hombre que aman a otra, por muy amigas que sean.
            - Esa es la generalización más tonta que he escuchado.
            
Carlos, que terminaba de servirse el contenido de su jarra de cerveza, me miró muy serio y me aclaró:
            - Oye, no es tonta, obedece a una profunda reflexión sobre la existencia de las cosas. No tiene nada, pero es que nada de malo.
            - ¡Cierto! –aseguró Ruperto- el tema aquí, puesto que conozco la historia de Roberto es el problema de la excepción.
            - Precisamente esto fue lo que casi me mató. Escucha hermanito y aprende de los errores de un hombre que ha sobrevivido al absurdo lógico que constituye en la vida práctica, en la profesión de cualquiera, la existencia de una excepción.
            
“La vieja de la casa de odiosos cuatro pisos era una más de las ricachonas que nunca se ganó el sustento. Hija del padre adecuado, se casó con el marido adecuado y educó al hombre adecuado ¿entiendes? Era el prototipo, el paradigma de la mujer que se merece que al menos una vez en la vida, alguien le enseñase que no lo tendría todo en bandeja de plata. La vieja era patética. Teñida de rubio hasta más no poder, con arrugas para regalar, con un ceño fruncido como la señora acostumbrada a dar órdenes... y a la que, más encima hay que tratarla en diminutivo ‘Lucita, Marita, Gemita’, ¡Uf! No las soporto. Además tienen la típica mansión, una fortaleza victoriana con tres guardias, un perro rodweiler más bravo que la cresta, citófono empotrado al costado izquierdo de un portón enorme lleno de pulidas tablas que impiden mirar hacia dentro, con una decorativa cámara moviéndose de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, y una chapita de la empresa responsable de la seguridad. Estas señoras son verdaderas arpías que tienen durante la noche una niñita medio tonta, a la que no le otorgan carácter femenino, o un mozuelo bien intencionado pendiente del timbre de la ama de casa. Todo lo descrito, y podría seguir toda la noche indicándote el lugar exacto de la piscina, las medidas del ventanal, el número de habitaciones y podría decirte cuánto regatearon por el precio de la cerámica. Son todas iguales, aburridamente idénticas... y, debo decir, que para un ladrón de mi experiencia, cómodamente típicas. Como ella, le he hecho el trabajito a otras cuántas misias, por lo que tenía muy claro el procedimiento. Los guardias son lo más inútiles que hay. Ya como a las cuatro de la mañana no sirven ni para asustar a un gato. La cámara tiene un ángulo ciego por el que puedes deslizarte como por un corredor. Al perro le tiras un perrita en celo y en menos de un minuto el cancerbero se transforma en baboso engendro lastimero. Desconectar las alarmas es juego de niños, hasta los principiantes pueden hacerlo. Al mozo, o mozuela, lo interceptas cortando la línea de comunicación desde la pieza de la señora. Todo es tan fácil, tan preclaro, diáfano, tan sencillamente determinado por leyes ancestrales del funcionamiento de las cosas que ni podrías imaginar que algo no saliese como lo has previsto.
            - ¿Y? –pregunté.
            - Bueno, que me decidí a visitar a la vieja. En efecto, esperé hasta que los tres guardias cayeran bajo el influjo de Morfeo. Lento pero seguro, avancé entre las sombras hasta llegar al dichoso punto donde la cámara no te divisa aunque tenga seis lentes. Como por mi casa llegué hasta el portón donde corté los hilos de la alarma. ¡Uf! En treinta años siguen usando el mismo viejo sistema del cableado; eso está obsoleto, y como aquí nadie tiene mucha idea de seguridad, le siguen pagando a los mismos “expertos” por un trabajo inservible. En fin. Pude entrar fácilmente. Fue en ese momento que la Pupy, la perrita del Jote, me ayudó. Otra vez en celo, esta canina era mi distractor para el rodweiler que me iba a encontrar ¡Y justo! Ladrando un par de veces, mismas que no me preocuparon pues estos monstruos le ladran hasta a las polillas, por lo que ya no llaman la atención de nadie, se me apareció el rostro del más terrible de los canes domésticos. Cuando se me iba a lanzar, le solté a la Pupy, rociada de un líquido especial que aumentaba el olor de las perras en celo. Mi cómplice de cuatro patas salió corriendo para el fondo del sitio, y detrás salió el devorador negro cuyo nombre no supe ni me interesó nunca.
            “Listo, me dije, ya no tengo enemigo que se me oponga. De aquí a la sala, al comedor y hasta, con suerte, la caja de seguridad de la señorona. Era como se dice “llegar y llevar”. Y así hubiese sido. En sólo quince minutos como todo un profesional, tenía mi bolsa llena de cosas realmente buenas: candelabros, vajilla, relojes, cachivaches electrónicos...
            - ¿Y todo eso lo podías cargar?
- Oye, hermanito, un ladrón profesional debe tener físico acorde con las exigencias del rubro. En aquel tiempo tenía cuatro sesiones semanales en el gimnasio. Podía cargar, créelo, hasta dos veces mi peso. El hecho es que lo tenía todo listo, con cero molestias y mucha mercancía, y ya listo para irme, ocurrió lo irracional, lo ilógico, lo antinatural, lo imposible.
- ¿Te pilló la dueña de la casa?
            - No.
            - ¿Te agarró el mozo o la niña?
- Tampoco.
            - ¿Los guardias?
            - ¡Menos! Saliendo de la casa, con una amplia sonrisa por el placer de un trabajo bien hecho, precisamente frente a mí, interceptándome la salida como un demonio homérico, mitad dragón mitad no sé qué –en ese instante sorbió lo que le quedaba de cerveza- Decía, en ese momento, vi al odioso rodweiler mirándome como sólo el diablo puede hacerlo. Les juro, me petrifiqué, no podía mover un músculo, todo mi ser se congeló de improviso. Y allí mismo, el maldito perro se me lanzó con tal furia que me tiró al suelo. Enfrenté su mandíbula con mi brazo izquierdo, el que destruyó con sus dientes naturalmente hechos para descarnar a sus víctimas. Tuve que pedir ayuda a gritos, o esa cosa me mataba ahí mismo. Llegó la vieja, el mozo, los guardias, los pacos, los vecinos, los mirones. Entre todos lograron sacarme el animal de encima. Al rato llegó la ambulancia y entre estertores me llevaron a la posta donde hicieron lo que pudieron con mi ya inutilizado brazo.
            - ¿Y en qué falló el plan? –quise saber inocente.
            - La excepción a la regla absoluta, hermanito- aclaró Carlos.
            - Lo que confirma la regla –coreó Ruperto.
            - Así es –terminó diciendo Roberto-, la vieja faltó a la ley natural de las mujeres que no aceptan otras hembras cerca: El perro era perra.

viernes, 4 de septiembre de 2015

EL RELOJ

Y seguimos  con los  microcuentos reencontrados.


EL  RELOJ

 Juanjo podía ser muchas cosas, pero no cobarde.  Olvidadizo, fome, algo cartucho, pero no cobarde, así que  hizo  lo que  debía. Odiaba a los ladrones  más que a los abusones, que son  lo mismo. Por  eso  cuando despertó en el microbús, después de  la  "pestañadita" de  siempre, y vio que  el cretino del lado tenía  su hermoso reloj Omega,  regalo de  su padre, algo en él, algo atávico, telúrico, simiesco,   lo convirtió en "el otro" que  todos  llevamos  dentro.
     - ¡Pásame  el reloj, desgraciado, pásamelo, o te saco la cresta aquí mismo!
Juanjo  sonó seguro,  metálico, peligroso, por  lo que el tipo se sacó el reloj y se  lo entregó sin la  menor  protesta. En el fondo son unos pusilánimes.  Se bajó a  las  tres  cuadras  siguientes. 
Juanjo tenía  en los  ojos un  brillo  invencible como  quien acaba de salvar  una  ballena, o de auxiliar a una abuelita en apuros.
Cuando llegó al trabajo, el jefe le comunicó:
    - Don Juan, llamó su señora. 
    - ¿Pasó algo malo?
    - No, nada malo, sólo  que  no fuera  tan cabeza de  pollo.
    - ¿Qué  se  me  quedó en la casa?
    -  Su reloj.

sábado, 29 de agosto de 2015

MI PALOMA

Me gustan  mucho los  microcuentos,  puedes  contar  toda  una  historia con pocas palabras y despertar muchas  emociones en quienes las leen. Además de en el autor.
Confieso que  el siguiente texto lo había  olvidado completamente y hoy,  por  accidente  lo encontré. A ver qué  les  parece.


MI PALOMA

          La  explicación de  mucho de  lo que  soy  es  por  mi paloma. Si soy responsable, confiable, puntual o precavido es a causa de mi paloma. La encontré de polluela, junto al árbol del que  sin duda se cayó. La cuidé a  cambió de que me enseñara a volar. Ella aceptó el trato. Con mucho esfuerzo, apenas  con 12  años me  avoqué  al compromiso  logrando en pocas semanas que mi paloma volara   fuerte  y libre. Un día, antes de comenzar mis lecciones, fuimos a la plaza donde la encontré y mientras la pícara hacía gracias en el cielo, una pedrada le rompió las costillas. Una botella de plástico, una tira de goma, una piedra y el mal espíritu de unos pendejos mal nacidos me la quitaron para siempre. Por eso soy como soy: obediente, sumiso, desconfiado: nunca aprendí a volar. Ella no alcanzó a enseñarme.   

sábado, 15 de agosto de 2015

VENTA DIRECTA


Acá les dejo otra  historia  de  mis  queridos  amigos Carlos  y  Ruperto que  hacen  lo que sea  para sacarle   plata  a  los  demás. La escribí poco tiempo  después de  "Oportunidad de  Trabajo", espero que  les  guste.


VENTA DIRECTA

 1

            Uno puede quejarse de todo acerca de mis queridos amigos Carlos y Ruperto, pero nunca de falta de imaginación.  Esto terminé por convertirlo en un principio fundamental del orden de las cosas, el día que me preguntaron si acaso estaba dispuesto a ganarme algunos pesos en el negocio de la “Venta Directa”.  Cuando les pregunté de qué se trataba exactamente ellos me contestaron:
- Bueno, ya sabes, haces un convenio con una gran empresa, y tú le compras algunos de sus productos que luego revendes a un precio más alto.  Luego la empresa grande te paga un porcentaje de acuerdo al nivel de tus ventas.  Todos ganan. 
- ¿No es como comprar y revender, Carlos?
- Claro que no, porque tú eres algo así como un socio.  Pagas una franquicia y de acuerdo a tu volumen de venta ellos te dan algo así como una comisión.  Además de tu ganancia por venta tienes la platita extra que te da la empresa grande. 
- Pues no está nada mal. 
-Exacto, sólo que nosotros haremos algunas innovaciones al negocio.  De la forma así como te la expuse ya está saturado el mercado, pero como nosotros lo haremos te aseguro que no.
            - La gente va perder su dinero ¿no es así? –pregunté intrigado.
            -¡En absoluto! De hecho tenemos un tremendo producto que nos asegura la honorabilidad de todo este comercio.
            - ¿Y la gran empresa?
            - Ruperto estaría por llegar con las novedades.  Si todo nos resulta, mañana mismo saldría nuestro aviso en el diario.
            - No será algo así como lo de los currículum vitae ¿verdad?
            - ¡Claro que no! ¡Qué desconfiado, amigo mío! Si quieres te...
            Pero Carlos fue interrumpido por Ruperto que muy acalorado llegaba con un traje formal, un maletín y dos botellas en una bolsa con el logotipo de la botillería de la esquina.  No había que ser mago para saber de qué se trataba.          
            - ¡Hermanito! -dijo cuando me vio- de saber que vendrías habría comprado una para ti.  Pero en fin, aquí nos las repartimos entre los tres.  Hace un calor de mil infiernos allá afuera.
            No obstante Carlos lo presionó:
            - Primero lo primero ¿dime cómo te fue con la empresa?  ¿Hará negocio?
            Ruperto se apresuró a explicar los resultados de su diligencia:
            - Como yo lo veo, amigos, estamos justo en tierra derecha.  Me dijeron que la idea era buena, legal y de bajísimo costo.  Lo que sí aclararon que debía, por lo menos, asegurarles un mínimo de mil semanales por cada uno de nosotros, y ya que somos tres no habrá graves dificultades.  Nos pondrán a prueba un mes y según los resultados estarían de acuerdo en proseguir con el proyecto.  Y como muestra de buena voluntad nos facilitaron dos teléfonos celulares con los que podemos iniciar el negocio de venta.  
            - ¡Cómo! – interrumpí- ¿Todo esto se trata de vender equipos de telefonía móvil?
            - ¡De ninguna manera! ¿Cómo se te ocurre? ¿acaso desayunaste yeso o metiste los dedos en el enchufe? Mira, para que salgas de dudas de una vez te diré exactamente cómo y qué vamos a hacer.  Siéntate aquí mientras traigo una pizarra y Ruperto nos sirve algunos refrescante vasos de cerveza fría. 
            Carlos trajo una pizarra de acrílico que colocó sobre una mesa y apoyó en la pared.  Ruperto, ya cambiado con prendas mucho más sueltas, nos ofreció a cada uno una refrescante porción de cerveza, mientras el parafernálico Carlos se preparaba para darme una detallada explicación de todo el entuerto al que me estaban invitando a entrar.
            - En realidad todo este negocio se basa en la vieja fórmula de la oferta y la demanda.  Nos publicitamos en la prensa con una novedad muy útil para todos los hogares, sólo que nuestras ventas serán por teléfono.  La gente nos llamará, nos preguntará, nosotros responderemos.  Si la gente quiere comprar pues concertamos una reunión y ya, si no pues será sólo saliva gastada.
            - Que siempre podrá ser recuperada por este divino brebaje- acotó Ruperto levantando su vaso.
- El esfuerzo -prosiguió Carlos- estaría en hacer todo lo posible por convencer al interesado que nuestro producto es el mejor.  No importa cuanto tiempo te tardes en ello. 
            - Pero la gente no querrá comunicarse con nosotros a un celular, se gasta demasiado. 
            - Es parte del riesgo, hermanito.  Si no funciona no hemos perdido más que algo de tiempo y saliva, que como ya dije, este brebaje puede recuperar.
            Fruncí el ceño.  Hasta ahí me parecía correcto y no hallaba dónde podía estar la treta o la falla.  Así que me apresuré a preguntar sin ambages:
            - Bien, pero ahora ¿qué es lo que vendemos? ¿de qué se trata este genial producto que podría hacer millonarios a todos?
            Carlos sonrió después de servirse algo de su cerveza.  Parecía estar complacido por estar derribando poco a poco mis objeciones, por demás muy razonables.  Claro que su respuesta me pareció totalmente descabellada:
            - ¡Clavos de vidrio!
            No sé qué cara puse pero debió ser terrible por el esfuerzo sobrehumano que hicieron Carlos y Ruperto por hacerme creer que dichos artilugios tenían una utilidad tan universal como los fósforos o el lustra muebles.  Pero es que me sentí de pronto tan sacado del mundo real que no podía coordinar idea alguna.  No podía imaginar a nadie que pudiera usar semejantes engranajes.  Salvo uno que otro joyero perdido en la galaxia, no veía ni el menor asomo de utilidad para tan rebuscado como invendible producto.
            Sólo recuerdo que con toda mi incredulidad logré musitar:
            - ¡Clavos de vidrio!
            Y la sonrisa de Carlos y Ruperto me aseguraba que había algo mucho más grande detrás de los...
            - ...  ¡Clavos de vidrio!...


2
            Aunque tenga que confesarme sorprendido, por el anuncio en la prensa llamó mucha gente.   Jamás pensé que en Chile hubiera tanta necesidad de ganancia, considerando que en los últimos años, según se dice, estamos en la cúspide de las economías latinoamericanas. Como todos los avisos de mis queridos amigos, el gancho era llamativo:
“Dinero extra para todo tipo de persona con necesidades y deseos de superación.  Negocio de Venta Directa de producto único en Chile.  Actividad realizable desde tu propia casa.   Llámanos al (09) 99.....  , (09) 98...  o al (09)97...  “

Y por más que les dije a mis amigos que nadie llamaría a números celulares por su alto costo, lo cierto es que sí llamó mucha, muchísima gente en todo el mes que estuvimos trabajando con lo de la venta directa.  Sólo que con un detalle en contra: cuando le decíamos de qué se trataba nos colgaban de inmediato, salvo uno que otro caso de gente que desea el producto y luego de vendido nos daba el dinero.  Ahí nosotros le colgábamos.
            Como botón de muestra voy a transcribirles, más o menos, una de esas veces en que alguien se comunicó con nosotros.  Carlos y Ruperto me habían dicho que el secreto estaba en hacer la conversación lo más larga posible; a este procedimiento ellos le llamaban “crear la relación”.  A mí me parecía una verdadera pérdida de tiempo y en ocasiones una tremenda falta de respeto con quienes tenían la buena voluntad de llamarnos.   Además que dicha estrategia no servía para nada.  En un solo día recibí como cien llamadas, las que luego se convirtieron en cien rotundos “- No, gracias”.  Esto me deprimía mucho, pues suponía que la cosa era sólo conmigo.  Pero no era así, a mis camaradas no les iba mejor ni por asomo y, sin embargo...  ¡ellos estaban felices!
            Recuerdo que en la etapa del entrenamiento, Carlos me hizo una demostración de cómo se supone que debía “crear la relación”.  Conectó el “manos libres” de su móvil y nos ofreció una contundente exhibición de talento comercial.  Uno de los llamados más representativos de todo este negocito fue más o menos así:
-¡Aló, hablo por lo del aviso en el diario! –era una bella voz femenina. 
            - Muy buenas, espero que esté muy bien.  ¿Por cuál de todos los anuncios nos habla? estrategia muy burda para darle mayor importancia a la “empresa”.  La voz de Carlos sonaba límpida, armoniosa, coronada con un pausado fraseo que daba a cada vocablo algo así como el sentido exacto de la noción por la que fue concebida.
            - Pues por el de Venta Directa.  Por favor dígame rápido de lo que se trata porque ocupo el teléfono de un amigo, usted sabe.
            - Sí, claro.  Bueno antes que todo la felicito por llamarnos ya que estamos seguros que nuestro producto beneficiará en mucho el presupuesto de su familia.
            - Sí, pero ¿de qué se trata?
            - Al grano, eso me parece excelente ¿Conoce usted la Venta Directa? ¿Ha trabajado antes?
            - Sí, vendiendo joyas.
            - Imagino que se dio cuenta que ese producto siendo muy vendible, no obstante está reducido a una sólo grupo de compradores ¿Verdad?
            - Sí, sí.
            - ¡Las mujeres!
- Sí, sí -La ansiedad de la interlocutora estaba haciéndose notar evidentemente.
            - Pues con nosotros no será así.  Nuestro producto tiene la especial ventaja de interesar tanto a damas como a caballeros ¿le parece eso conveniente?
            - Sí, sí, claro, pero apúrese quiere.
            - A eso voy.  Nuestro producto está avalado por una de las importadoras más prestigiosas de nuestro país lo que asegura tanto la calidad como la cantidad en caso de un pedido de varias unidades.  Por supuesto al distribuidor independiente, como usted, se le asegura “Satisfacción Garantizada” o la devolución de su dinero, de esta manera su venta estará coronada por una convicción y tranquilidad que se reflejará en sus ojos.  Dígame ¿le parece todo esto conveniente?
            - Sabe, mejor lo llamo otro día porque ya no puedo abusar de la gentileza de mi amigo.
         - No, no, espere.  Aquí valoramos su tiempo y sus limitaciones.   Por lo mismo paso de inmediato a contarle de lo que se trata.
            - Pues ya era hora.
            - Sólo responda a esta pregunta con toda sinceridad ¿de verdad quiere ganar dinero?
            - ¿Y para qué demonios cree que lo estoy llamando? Mejor adiós.
            - No cuelgue, escuche, nuestro producto es... 
- ¿Es qué? ¡Hable!
            - ¡Es el mejor producto en su ámbito! ¡Nadie podrá resistirse!
            - Oye, imbécil, ¿Por qué no le haces la fiesta a alguna mina que tenga el tiempo y la estupidez para escucharte? ¡Esto es una falta de respeto! ¡Voy a denunciarlos!
            - ¿Pero por qué? Aún no le digo lo que vendemos.
            - Y por el amor de Dios, ¡¡¡QUE ES LO QUE VENDES!!!
- El mejor de todos los productos...  o sea, ¡Clavos!
            - ¡Qué cosa!
            - ¡Clavos de vidrios! ¡Relucientes, bellos y utilísimos clavos de vidrios!
            ¡Clic! ¡Tuuu, tuuuu, tuuuu, tuuu..
         - La muy tonta colgó sin escuchar sobre el descuento a mamás solteras, fijo que era una.  Bueno, eso le pasa por impaciente.
            Atónito ante semejante demostración de ineptitud, me quedé mirando a Carlos quien entre sonrisa y satisfacción preguntó a Ruperto:
- ¿Cuánto tardó en perder esta oportunidad la niñita esta?
- Como 8 minutos.  No sé por qué la gente está tan acelerada.  Pero así y todo creo que vamos progresando.  Antes no nos escuchaban ni dos minutos.  Nuestro poder de persuasión está creciendo cada vez más.
            - Sólo la práctica hace al maestro.  ¡Oh, escucha, otro llamado! Es tu turno, Ruperto.
             Obviamente el resultado no fue ni remotamente distinto.

3
            Al mes de cumplido de nuestro “brillante” negocio de Venta Directa con cero encargos, sin embargo, mis queridos camaradas estaban radiantes, como si el bolsillo lo tuviesen llenos de monedas de oro.  Así que cuando me acerqué a ellos para hacerles algunas recriminaciones sobre mi tiempo perdido ellos me respondieron muy ufanos:
            - Si todo sale bien, mañana recibiremos un bonito cheque de nuestra empresa grande. 
            - ¡Pero si no hemos vendido nada! –estuve a punto de gritar.
            - ¡Oh, vamos hermanito, ya cálmate! Tus cuentas serán pagadas con creces.  Ya verás como todo va a estar bien.  Sólo espérate hasta mañana.
            Con paciencia desesperada y confundida esperé hasta el otro día.  No tuve ganas de llegar temprano así que me aparecí como al medio día.  Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi a Carlos y Ruperto celebrando con licor del bueno y su tema de siempre en la radio: “...ha pasado mucho tiempo, mucho tiempo, desde que te dejé llorando en la alameda…”.
            - Te lo dije, hermanito –me dijo Carlos- el plan resultó a las mil maravillas y tenemos trabajo como por algunos 3 meses más.  Todo está en seguir perfeccionando la técnica.
           - Hasta que nos roben la idea o el mismo socio, la empresa grande, nos joda de alguna  manera legal y malagradecida.
            - Ya sabes lo que dice la Escritura: “Los labios del justo instruyen a muchos”
            - Amén.  Y a propósito aquí está tu parte.
            Me entregaron un sobre con una cantidad lo bastante buena como para mantenerme un par de meses con sanas restricciones.  Entre la tranquilidad y la intranquilidad no pude más que preguntar esperando algunas de sus charadas de siempre:
            - Muy bien, estoy dispuesto a escuchar la explicación de todo esto.  Siempre supe que lo del Venta Directa era una verdad a medias, que en el caso de ustedes es algo así como una mentira completa.  Sí, es cierto que me favorece mucho, pero es que muchísimo este dinero, lo que quiero saber es por cuál de todas las razones que no he podido pensar es que debo pedir perdón a Dios por mí y por ustedes.  Como yo lo veo, nada se encargó, y el porcentaje de nada es nada ¿cómo es posible que una empresa les cancelé algo por nada? Así que lo preguntaré sólo una vez ¿de dónde salió todo este dinero?
            Carlos puso típico rostro de “maestro de la galaxia” que va a explicarle a una criatura inferior alguna regla cósmica tan evidente que sorprende siquiera la pregunta por ella.  A estas alturas, ya me había acostumbrado.           
            - En primer lugar, nunca dijimos que el negocio estaba en vender los dichosos clavos de vidrio.
- De hecho, -apuntó Ruperto- dichas leseras son irrelevantes.  Para ser franco nunca he visto uno.
         - En segundo lugar, tampoco creo haberte dicho que la empresa grande nos pagaba por venta.  
            - Eso fue sólo una asociación indebida de tu parte –volvió a escucharse Ruperto.
           - Lo cierto es que el negocio está aquí – y me mostró el celular que la bendita empresa les había entregado- Es como uno de esos números de Tarot o consultas esotéricas, pero sin recargo.  Nuestra empresa grande es una de las más grandes en la rubro de la telefonía, por cada llamada hecha a nuestros móviles cobrábamos un porcentaje.  Algunas de estas compañías no saben cómo obligar a la gente a usar el servicio, nosotros sólo les llevamos una idea. 
            Entonces entendí por qué lo latero de sus conversaciones con los clientes; entendí la felicidad por cada rechazo; y vislumbré en qué consistía la técnica de hacer que otro se mantuviera en contacto.
            Estaba viendo la luz cuando algo muy conocido me desconcentró.
- Un cliente llamando.  No hay que hacerlo esperar. 
Y mientras Ruperto cronometraba, Carlos ya decía:
- Aló, sí, ¿por cuál de todos nuestros avisos llama usted...

miércoles, 5 de agosto de 2015

AL ÁTOMO SALTARÍN

¿A quién no le ha pasado alguna  vez? Aburrido del momento quisiera estar  en cualquier  otra  parte. El siguiente  soneto lo hallé  por  ahí, entre  mis  notas, escrito en  una  reunión siniestra que  lo hubo bueno que  tuvo fue  inspirar estas líneas. A  ver  qué  les  parece.


Átomo Saltarín


Al átomo que fugaz pasa escribo
Estas flojas líneas entre esperas
Con gente alrededor que me exaspera
Y exigencias aburridas que esquivo.

Veloz, brillante, poderoso, altivo
El átomo camina por las eras,
Desde  luces últimas y primeras
Hasta el pálido yermo donde  vivo.

Sácame de aquí, átomo saltarín,
Rápido, coloso, que  me  derrito,
Desde mis profundidades a ti grito.

A esta lánguida tortura pon fin
Que tanta lesera me pone  enfermo
Y porque… sin quererlo… ya… me… duermo…

sábado, 18 de julio de 2015

OPORTUNIDAD DE TRABAJO

Esta  historia  de  la  vida  real   espero que   por  lo menos  les  haga  esbozar  alguna  sonrisa:



 OPORTUNIDAD DE TRABAJO




            Se puede estar mucho tiempo sin ver a Carlos y Ruperto, pero cuando la ocasión llega, siempre viene con el bono extra de una experiencia enriquecedora para bien o...  no tan bien.  Y no fue excepción el año de 199...  que después de tres meses sin saber de mis amigos, recibí una llamada suya, en la cual, me dijeron, tenían una oportunidad de trabajo.  Conociendo bien a mis camaradas, supe de inmediato que algo extraño tenía que haber detrás de tan formal invitación, no obstante, no pude resistirme y me aparecí en la dirección que me indicaron.  Se trataba de un localcito instalado como oficina en uno de los edificios estilo caracol del centro de Santiago.  Algunos escritorios, pocas sillas, cinco estantes con muchas carpetas y un teléfono, constituían todo el mobiliario.  No es en absoluto sorprendente, excepto por la presentación del todo, inusual en Carlos y Ruperto: En efecto, vestidos formalmente, traje, corbata, bien afeitados, pasaban por honorables miembros de la sociedad chilena.  Cuando me vieron llegar me saludaron efusivamente:
            - Hermanito, qué bueno que viniste, y llegaste pero justo a tiempo, porque la gente aún no llega.
            - Gracias, Carlos ¿de qué se trata esto? Ustedes parecen gente de la dimensión cinco.
            - ¡Es justo y necesario! – sentenció Ruperto desde un rincón usando las palabras de la santa misa.
            - Te contamos en breve –inició Carlos- nuestro proyecto innovador.  Se trata, a nuestro juicio, de una labor en dos partes.  Como te dije por teléfono, es una oportunidad de trabajo.  La primera parte consta de dos momentos, una, ponemos un aviso en el diario.
            - Como este -señaló Ruperto, lanzándome un ejemplar de “Hechos del Día”, uno de los tantos periódicos locales:
           
“¿Quieres encontrar trabajo? Ven, tráenos tu currículum vitae, fotocopia del carné de identidad por ambos lados, certificado de antecedentes, y una reseña de tus aspiraciones laborales, junto a tus expectativas en cuanto a la remuneración.  La entrevista personal es obligatoria.  Nuestras oficinas se encuentran en...”

            - ¡Vaya! –exclamé- preciso, conciso, concreto.
            - Sin adornos, mi viejo, sin adornos –puntualizó Carlos.
            - Así que ustedes buscan trabajo para otras personas.  Increíble, entonces supongo que la segunda parte del Proyecto es comenzar a repartir los currículum, fotocopias y demás documentos por las diferentes empresas que pudieran contratar a esta gente.  ¡Brillante! Pero y ustedes ¿qué ganan?
            - Bueno –quiso aclarar Ruperto- como lo describes es más o menos como funciona el negocio.  Lo que de verdad resulta estimulante es llegar al fin del día con mucha gente feliz en sus casas, llena de esperanzas y posibilidad.
            Entonces me percaté que algo no era como se suponía que debía ser.
            - ¿Qué pasa aquí? ¿No le buscan trabajo a la gente? ¿Y la oportunidad de trabajo?
            - A su tiempo, hermanito, a su tiempo, ya verás que todas las partes terminan felices.  Y basta de cháchara.  Ruperto, llegó la primera persona.  Dentro de unos segundos, esto se convertirá en un pandemonium.
            Carlos no exageró, a los pocos minutos la oficina estaba llena con una fila muy larga afuera.  Una a una las personas que venían, con una cierta carga de angustia, dejaban sus ilusiones plasmadas en el papel y se iban encomendándose a san Según-Corresponda. 
En tiempos difíciles como los nuestros, la búsqueda de trabajo es una de las más traumantes experiencias.  Una cruz impuesta que debes vivir solo.  Primero buscas alguna posibilidad en el diario, luego te arreglas lo que puedes, y por último te lanzas hacia una entrevista de la que no sabes el resultado.  No es emocionante, es patético.  Para algunos que la penitencia termina el primer día en la primera tentativa, pero para la mayoría, la cosa puede alargarse por más tiempo de lo que uno supone.  Conozco algunos que llevan años intentándolo.
            Como pude observar, desde mi estratégico puesto en “informaciones”, junto al teléfono, las personas tienen diferentes maneras de reaccionar ante la experiencia de buscar trabajo.  Por ejemplo, algunos venían muy bien vestidos, con la frente en alto, no hablan, la mayoría suele leer el diario.  Gente que por algún motivo se sentía diferente a los demás, no les gustaba reconocer que estaban en la misma fila que los otros, y que toda su altura, su distinción y superioridad, en la vida real, era nada.  Cuando debían entrevistarse con Carlos o Ruperto, su tono de voz era seguro, más bien alto, trataban de llevar el tema hacia donde ellos se sentían a salvo.  Al despedirse daban un fuerte apretón de manos, y se retiraban rápido, sin mirar a nadie, con falsa prisa.
            Otro grupo eran los informales.  Personajes alegres, despreocupados, rápidamente armaban grupo.  Se reían de todo.  Durante la entrevista respondían con facilidad, agregando algún chiste bienvenido.  Criaturas amigas de sí mismas, quizá un poco irresponsables, aunque dispuestas a hacer lo necesario.  El por si acaso valía la pena, con diferentes opciones de quehacer, no les importaban barrer la calle o dirigir una empresa.
            Hay una ambigüedad en la sabiduría popular.  No lo pienso como un aspecto negativo, ya que no pocas veces la ambigüedad es riqueza.  Allí donde la tensión de los extremos tiende a separarse en el pensamiento, en momentos es motivo de acercamiento en la vida real.  Por un lado decimos: “A quien madruga, Dios lo ayuda”, y por otro se dice “No por mucho madrugar amanece más temprano”.  Y es que así donde los extremos se tocan surge otro grupo de personajes, a los que podríamos llamar “viviente”.  Gente semiformal, pocas veces hablan con alguien, pero están atentos a los demás, se ríe de sus bromas y responde con naturalidad.  Casi pasa por tímido, lo que en el fondo es sólo rico en vida interior, donde se observan las experiencias vividas.  Tienen un fuerte apego a sus pensamientos y prefieren oír que hablar.
            Creo que en vez de gastar dinero con el cuento de casa de vidrio, fotografías al desnudo o casas estudio, supuestamente con un afán de investigación sociológica, o de contar historias, nada mejor que venir por estos lados y presentar lo tremendamente educativo que una fila de personas en busca de trabajo puede ser.  Como laboratorio social no se me ocurre nada mejor.
            Con todo el ajetreo de una actividad tan agotadora como es la de atender gente al extremo de la desesperación, el tiempo pasa tan rápido que no tienes ni un instante para pensar en el descanso o la comida.  No obstante, una pregunta iba tomando forma en mi conciencia ¿cómo se supone que estos dos amigos míos cumplirán las expectativas de tanta gente? ¿De qué manera podrán cumplir con el compromiso laboral de estas personas que han puesto en ellos su confianza? Y lo que me tenía todavía más intrigado ¿Qué podían estar ganando ellos, Carlos y Ruperto, de esto, ya que, por extensión, mi propio sueldo estaba unido al resultado de la aventura?
            Pues la respuesta no tardó.  Y por cierto no me asombró mucho considerando la característica de mis apreciados amigos.  Una vez terminado el día, ido por fin el último de los “clientes”, Carlos me llamó a uno de los escritorios para que pudiésemos servirnos algo de comer. 
            - ¡Uf! El día estuvo tremendo.  Dos días más como este y podemos dar por terminado el negocio.  Ruperto ¿ cómo ves el resultado?
- Brillante, mejor de lo esperado -Ruperto se hallaba en una pequeña habitación detrás de los escritorios que generalmente en estas oficinitas se usan de closet o como bodega- llena hasta el tope.
            Fruncí el ceño confundido y pregunté:
            - Hasta el tope ¿de qué?
            Carlos se incorporó en su silla y me miró con la pícara expresión que lo identifica.
            - Oye, hermanito, todo no es más que un esfuerzo samaritano por ayudar a estas pobres personas sin empleo, y sin imaginación, debo agregar.  Pues bien, tomamos algunos currículum vitae al azar, y los enviamos a las empresas que solicitan gente con características más o menos afín a las que allí se señalan. 
             - ¿Entonces no lo hacen con todos?
            - ¿Todos? Es imposible, la cesantía tiene una base real, la cosa está mala en “Chilito”.  En todo caso, ‘hacemos lo que podemos’.  No es lógico que todo el mundo consiga lo que quiere.  Les damos la sana sensación de que están haciendo algo por sus vidas.  Además la gente no tiene inventiva, ¿por qué no arman un buen negocio? ¡No! Esperan que otros se los dé. 
            - Es la mentalidad obrera del chilenito –agregó Ruperto.
            - No se trata de millones –prosiguió Carlos después de tomar un poco de té- sino de mantenerse con vida, cubriendo las necesidades básicas.  Súmale el problema que significa una población tan mal preparada, con tan baja autoestima, con aspiraciones ridículas en vez de ocasiones reales para un diario vivir.
            - Dice la Escritura: “Más vale pobreza tranquila que riqueza nerviosa.”
            - Amén.
            - Imagino entonces –inquirí- que detrás de todo esto, ustedes no sienten ni el más mínimo remordimiento.
            - Le damos a la gente lo que quiere.  Ruperto ya tiene algunas empresas que necesitan gente a las que les enviaremos los documentos.  Lo demás es obra de Dios.
            - Pero todavía no entiendo dónde ganan ustedes ¿cuál es la verdadera oportunidad de trabajo?
            Ruperto se puso de pie y me indicó la puerta de la bodeguita.
            - Ahí está el negocio.  Ven.
            Me acerqué hasta allí y la abrí.  Quedó al descubierto una tremenda, pero es que tremenda cantidad de expedientes..
            - Como ves, hermanito, -dijo Ruperto- miles de hojas con el nombre, vida y pretensiones de cientos de personas.  He ahí el negocio.
            Muy asombrado manifesté:
            - ¡Increíble! Ahora entiendo todo.  Estamos frente a una cantidad impresionante de información.  Toda esto no es más que mercancía de primera línea para casas de comercio, investigaciones de conducta, ensayos sicológicos, estadísticas que miden cesantía, educación, especialización.  Ya veo, es la fuente de la más rica calidad acerca del comportamiento errático o acertado de los chilenos.  Es la cueva de los cuarenta ladrones de toda tesis acerca del ser y no ser del ciudadano medio esta mole horrible y contaminada de nombre Santiago.  Lo confieso, amigos, ustedes son brillantes ¿cómo se les ocurrió esta formidable idea? Siendo este el objetivo de su “oportunidad de trabajo”, queda pues justificada en mucho la charada que han presentado.  ¿Por qué otra forma si no, a partir de lo que suponemos verdadero puede el ser humano comportarse como es? ¿Cómo si no, en un supuesto de experiencia real, nos mostramos con la sinceridad perfecta de nuestras personalidades sean estas altas o bajas? Se pasaron, los felicito.
            Cuando hube terminado mi discurso, sólo Carlos acertó a preguntar:
- ¿De qué demonios estás hablando?
            - ¿Estudio de qué? – agregó Ruperto.
            Algo confundido, aclaré:
            - De todo este material sociológico.
            Carlos consumió el último trozo de su sándwich, y me respondió:
            - Ruperto dijo claramente “Miles de hojas”.
            - Exacto –reafirmó Ruperto- miles de hojas.  Encontramos un lugar en Quilicura donde pagan a muy buen precio el kilo de suculento papel blanco.
            - Y aquí tenemos suficiente como para sobrevivir dos meses.         
            Y riendo ante mi asombro, se sirvieron otra taza de té.