OPORTUNIDAD DE TRABAJO
Se puede estar mucho
tiempo sin ver a Carlos y Ruperto, pero cuando la ocasión llega, siempre viene
con el bono extra de una experiencia enriquecedora para bien o... no tan bien.
Y no fue excepción el año de 199...
que después de tres meses sin saber de mis amigos, recibí una llamada
suya, en la cual, me dijeron, tenían una oportunidad de trabajo. Conociendo bien a mis camaradas, supe de
inmediato que algo extraño tenía que haber detrás de tan formal invitación, no
obstante, no pude resistirme y me aparecí en la dirección que me
indicaron. Se trataba de un localcito
instalado como oficina en uno de los edificios estilo caracol del centro de
Santiago. Algunos escritorios, pocas
sillas, cinco estantes con muchas carpetas y un teléfono, constituían todo el
mobiliario. No es en absoluto
sorprendente, excepto por la presentación del todo, inusual en Carlos y
Ruperto: En efecto, vestidos formalmente, traje, corbata, bien afeitados,
pasaban por honorables miembros de la sociedad chilena. Cuando me vieron llegar me saludaron
efusivamente:
- Hermanito, qué bueno
que viniste, y llegaste pero justo a tiempo, porque la gente aún no llega.
- Gracias, Carlos ¿de
qué se trata esto? Ustedes parecen gente de la dimensión cinco.
- ¡Es justo y
necesario! – sentenció Ruperto desde un rincón usando las palabras de la santa
misa.
- Te contamos en breve
–inició Carlos- nuestro proyecto innovador.
Se trata, a nuestro juicio, de una labor en dos partes. Como te dije por teléfono, es una oportunidad
de trabajo. La primera parte consta de
dos momentos, una, ponemos un aviso en el diario.
- Como este -señaló
Ruperto, lanzándome un ejemplar de “Hechos del Día”, uno de los tantos
periódicos locales:
“¿Quieres encontrar trabajo? Ven, tráenos tu currículum
vitae, fotocopia del carné de identidad por ambos lados, certificado de
antecedentes, y una reseña de tus aspiraciones laborales, junto a tus
expectativas en cuanto a la remuneración.
La entrevista personal es obligatoria.
Nuestras oficinas se encuentran en...”
- ¡Vaya! –exclamé-
preciso, conciso, concreto.
- Sin adornos, mi
viejo, sin adornos –puntualizó Carlos.
- Así que ustedes
buscan trabajo para otras personas.
Increíble, entonces supongo que la segunda parte del Proyecto es
comenzar a repartir los currículum, fotocopias y demás documentos por las
diferentes empresas que pudieran contratar a esta gente. ¡Brillante! Pero y ustedes ¿qué ganan?
- Bueno –quiso aclarar
Ruperto- como lo describes es más o menos como funciona el negocio. Lo que de verdad resulta estimulante es
llegar al fin del día con mucha gente feliz en sus casas, llena de esperanzas y
posibilidad.
Entonces me percaté que
algo no era como se suponía que debía ser.
- ¿Qué pasa aquí? ¿No
le buscan trabajo a la gente? ¿Y la oportunidad de trabajo?
- A su tiempo,
hermanito, a su tiempo, ya verás que todas las partes terminan felices. Y basta de cháchara. Ruperto, llegó la primera persona. Dentro de unos segundos, esto se convertirá
en un pandemonium.
Carlos no exageró, a
los pocos minutos la oficina estaba llena con una fila muy larga afuera. Una a una las personas que venían, con una
cierta carga de angustia, dejaban sus ilusiones plasmadas en el papel y se iban
encomendándose a san Según-Corresponda.
En tiempos difíciles como los nuestros, la
búsqueda de trabajo es una de las más traumantes experiencias. Una cruz impuesta que debes vivir solo. Primero buscas alguna posibilidad en el diario,
luego te arreglas lo que puedes, y por último te lanzas hacia una entrevista de
la que no sabes el resultado. No es
emocionante, es patético. Para algunos
que la penitencia termina el primer día en la primera tentativa, pero para la
mayoría, la cosa puede alargarse por más tiempo de lo que uno supone. Conozco algunos que llevan años intentándolo.
Como pude observar,
desde mi estratégico puesto en “informaciones”, junto al teléfono, las personas
tienen diferentes maneras de reaccionar ante la experiencia de buscar
trabajo. Por ejemplo, algunos venían muy
bien vestidos, con la frente en alto, no hablan, la mayoría suele leer el
diario. Gente que por algún motivo se
sentía diferente a los demás, no les gustaba reconocer que estaban en la misma
fila que los otros, y que toda su altura, su distinción y superioridad, en la
vida real, era nada. Cuando debían
entrevistarse con Carlos o Ruperto, su tono de voz era seguro, más bien alto,
trataban de llevar el tema hacia donde ellos se sentían a salvo. Al despedirse daban un fuerte apretón de
manos, y se retiraban rápido, sin mirar a nadie, con falsa prisa.
Otro grupo eran los
informales. Personajes alegres,
despreocupados, rápidamente armaban grupo.
Se reían de todo. Durante la
entrevista respondían con facilidad, agregando algún chiste bienvenido. Criaturas amigas de sí mismas, quizá un poco
irresponsables, aunque dispuestas a hacer lo necesario. El por si acaso valía la pena, con diferentes
opciones de quehacer, no les importaban barrer la calle o dirigir una empresa.
Hay una ambigüedad en
la sabiduría popular. No lo pienso como
un aspecto negativo, ya que no pocas veces la ambigüedad es riqueza. Allí donde la tensión de los extremos tiende
a separarse en el pensamiento, en momentos es motivo de acercamiento en la vida
real. Por un lado decimos: “A quien
madruga, Dios lo ayuda”, y por otro se dice “No por mucho madrugar amanece más
temprano”. Y es que así donde los
extremos se tocan surge otro grupo de personajes, a los que podríamos llamar
“viviente”. Gente semiformal, pocas
veces hablan con alguien, pero están atentos a los demás, se ríe de sus bromas
y responde con naturalidad. Casi pasa
por tímido, lo que en el fondo es sólo rico en vida interior, donde se observan
las experiencias vividas. Tienen un
fuerte apego a sus pensamientos y prefieren oír que hablar.
Creo que en vez de
gastar dinero con el cuento de casa de vidrio, fotografías al desnudo o casas
estudio, supuestamente con un afán de investigación sociológica, o de contar
historias, nada mejor que venir por estos lados y presentar lo tremendamente
educativo que una fila de personas en busca de trabajo puede ser. Como laboratorio social no se me ocurre nada
mejor.
Con todo el ajetreo de
una actividad tan agotadora como es la de atender gente al extremo de la
desesperación, el tiempo pasa tan rápido que no tienes ni un instante para
pensar en el descanso o la comida. No
obstante, una pregunta iba tomando forma en mi conciencia ¿cómo se supone que
estos dos amigos míos cumplirán las expectativas de tanta gente? ¿De qué manera
podrán cumplir con el compromiso laboral de estas personas que han puesto en
ellos su confianza? Y lo que me tenía todavía más intrigado ¿Qué podían estar
ganando ellos, Carlos y Ruperto, de esto, ya que, por extensión, mi propio
sueldo estaba unido al resultado de la aventura?
Pues la respuesta no
tardó. Y por cierto no me asombró mucho
considerando la característica de mis apreciados amigos. Una vez terminado el día, ido por fin el
último de los “clientes”, Carlos me llamó a uno de los escritorios para que
pudiésemos servirnos algo de comer.
- ¡Uf! El día estuvo
tremendo. Dos días más como este y
podemos dar por terminado el negocio.
Ruperto ¿ cómo ves el resultado?
- Brillante, mejor de lo esperado -Ruperto se
hallaba en una pequeña habitación detrás de los escritorios que generalmente en
estas oficinitas se usan de closet o como bodega- llena hasta el tope.
Fruncí el ceño
confundido y pregunté:
- Hasta el tope ¿de
qué?
Carlos se incorporó en
su silla y me miró con la pícara expresión que lo identifica.
- Oye, hermanito, todo
no es más que un esfuerzo samaritano por ayudar a estas pobres personas sin
empleo, y sin imaginación, debo agregar.
Pues bien, tomamos algunos currículum vitae al azar, y los enviamos a
las empresas que solicitan gente con características más o menos afín a las que
allí se señalan.
- ¿Entonces no lo hacen con todos?
- ¿Todos? Es imposible,
la cesantía tiene una base real, la cosa está mala en “Chilito”. En todo caso, ‘hacemos lo que podemos’. No es lógico que todo el mundo consiga lo que
quiere. Les damos la sana sensación de
que están haciendo algo por sus vidas.
Además la gente no tiene inventiva, ¿por qué no arman un buen negocio?
¡No! Esperan que otros se los dé.
- Es la mentalidad
obrera del chilenito –agregó Ruperto.
- No se trata de millones –prosiguió
Carlos después de tomar un poco de té- sino de mantenerse con vida, cubriendo
las necesidades básicas. Súmale el
problema que significa una población tan mal preparada, con tan baja
autoestima, con aspiraciones ridículas en vez de ocasiones reales para un
diario vivir.
- Dice la Escritura:
“Más vale pobreza tranquila que riqueza nerviosa.”
- Amén.
- Imagino entonces
–inquirí- que detrás de todo esto, ustedes no sienten ni el más mínimo
remordimiento.
- Le damos a la gente
lo que quiere. Ruperto ya tiene algunas
empresas que necesitan gente a las que les enviaremos los documentos. Lo demás es obra de Dios.
- Pero todavía no
entiendo dónde ganan ustedes ¿cuál es la verdadera oportunidad de trabajo?
Ruperto se puso de pie
y me indicó la puerta de la bodeguita.
- Ahí está el
negocio. Ven.
Me acerqué hasta allí y
la abrí. Quedó al descubierto una
tremenda, pero es que tremenda cantidad de expedientes..
- Como ves, hermanito,
-dijo Ruperto- miles de hojas con el nombre, vida y pretensiones de cientos de
personas. He ahí el negocio.
Muy asombrado
manifesté:
- ¡Increíble! Ahora entiendo
todo. Estamos frente a una cantidad
impresionante de información. Toda esto
no es más que mercancía de primera línea para casas de comercio, investigaciones
de conducta, ensayos sicológicos, estadísticas que miden cesantía, educación,
especialización. Ya veo, es la fuente de
la más rica calidad acerca del comportamiento errático o acertado de los
chilenos. Es la cueva de los cuarenta
ladrones de toda tesis acerca del ser y no ser del ciudadano medio esta mole
horrible y contaminada de nombre Santiago.
Lo confieso, amigos, ustedes son brillantes ¿cómo se les ocurrió esta
formidable idea? Siendo este el objetivo de su “oportunidad de trabajo”, queda
pues justificada en mucho la charada que han presentado. ¿Por qué otra forma si no, a partir de lo que
suponemos verdadero puede el ser humano comportarse como es? ¿Cómo si no, en un
supuesto de experiencia real, nos mostramos con la sinceridad perfecta de nuestras
personalidades sean estas altas o bajas? Se pasaron, los felicito.
Cuando hube terminado
mi discurso, sólo Carlos acertó a preguntar:
- ¿De qué demonios estás hablando?
- ¿Estudio de qué? –
agregó Ruperto.
Algo confundido,
aclaré:
- De todo este material
sociológico.
Carlos consumió el
último trozo de su sándwich, y me respondió:
- Ruperto dijo
claramente “Miles de hojas”.
- Exacto –reafirmó
Ruperto- miles de hojas. Encontramos un
lugar en Quilicura donde pagan a muy buen precio el kilo de suculento papel
blanco.
- Y aquí tenemos
suficiente como para sobrevivir dos meses.
Y riendo ante mi
asombro, se sirvieron otra taza de té.
Como siempre sucede contigo, muy bien escrito tu cuento (los diálogos siempre resultan lo más difícil a la hora de escribir ficción, lo que haces de maravilla) y me sorprendió, pues no sabía para dónde iba la historia, hasta que terminó (pensé ibas a hablar del "Negocio", je). Por cierto...¿Cuándo vas a agregar la opción de "Seguidores"? Y en mi humilde opinión te vuelvo a recalcar que tu blog se vería más estético, si por cada entrada agregaras una imagen alusiva (¡Demasiado sobrio lo tienes!). Recuerda que las cosas entran por la vista, je. Hace rato que te tengo recomendado en mi Cubil.
ResponderEliminarEstimado Amigo:
ResponderEliminar¡Qué bueno que te pases por aquí, en estos momentos en que te hayas en recuperación! Gracias por tu opiniones que ya sabes que respeto mucho. Anda y mira si hay alguna otra cosa que te guste. Gracias otra vez por tu visita.