sábado, 15 de agosto de 2015

VENTA DIRECTA


Acá les dejo otra  historia  de  mis  queridos  amigos Carlos  y  Ruperto que  hacen  lo que sea  para sacarle   plata  a  los  demás. La escribí poco tiempo  después de  "Oportunidad de  Trabajo", espero que  les  guste.


VENTA DIRECTA

 1

            Uno puede quejarse de todo acerca de mis queridos amigos Carlos y Ruperto, pero nunca de falta de imaginación.  Esto terminé por convertirlo en un principio fundamental del orden de las cosas, el día que me preguntaron si acaso estaba dispuesto a ganarme algunos pesos en el negocio de la “Venta Directa”.  Cuando les pregunté de qué se trataba exactamente ellos me contestaron:
- Bueno, ya sabes, haces un convenio con una gran empresa, y tú le compras algunos de sus productos que luego revendes a un precio más alto.  Luego la empresa grande te paga un porcentaje de acuerdo al nivel de tus ventas.  Todos ganan. 
- ¿No es como comprar y revender, Carlos?
- Claro que no, porque tú eres algo así como un socio.  Pagas una franquicia y de acuerdo a tu volumen de venta ellos te dan algo así como una comisión.  Además de tu ganancia por venta tienes la platita extra que te da la empresa grande. 
- Pues no está nada mal. 
-Exacto, sólo que nosotros haremos algunas innovaciones al negocio.  De la forma así como te la expuse ya está saturado el mercado, pero como nosotros lo haremos te aseguro que no.
            - La gente va perder su dinero ¿no es así? –pregunté intrigado.
            -¡En absoluto! De hecho tenemos un tremendo producto que nos asegura la honorabilidad de todo este comercio.
            - ¿Y la gran empresa?
            - Ruperto estaría por llegar con las novedades.  Si todo nos resulta, mañana mismo saldría nuestro aviso en el diario.
            - No será algo así como lo de los currículum vitae ¿verdad?
            - ¡Claro que no! ¡Qué desconfiado, amigo mío! Si quieres te...
            Pero Carlos fue interrumpido por Ruperto que muy acalorado llegaba con un traje formal, un maletín y dos botellas en una bolsa con el logotipo de la botillería de la esquina.  No había que ser mago para saber de qué se trataba.          
            - ¡Hermanito! -dijo cuando me vio- de saber que vendrías habría comprado una para ti.  Pero en fin, aquí nos las repartimos entre los tres.  Hace un calor de mil infiernos allá afuera.
            No obstante Carlos lo presionó:
            - Primero lo primero ¿dime cómo te fue con la empresa?  ¿Hará negocio?
            Ruperto se apresuró a explicar los resultados de su diligencia:
            - Como yo lo veo, amigos, estamos justo en tierra derecha.  Me dijeron que la idea era buena, legal y de bajísimo costo.  Lo que sí aclararon que debía, por lo menos, asegurarles un mínimo de mil semanales por cada uno de nosotros, y ya que somos tres no habrá graves dificultades.  Nos pondrán a prueba un mes y según los resultados estarían de acuerdo en proseguir con el proyecto.  Y como muestra de buena voluntad nos facilitaron dos teléfonos celulares con los que podemos iniciar el negocio de venta.  
            - ¡Cómo! – interrumpí- ¿Todo esto se trata de vender equipos de telefonía móvil?
            - ¡De ninguna manera! ¿Cómo se te ocurre? ¿acaso desayunaste yeso o metiste los dedos en el enchufe? Mira, para que salgas de dudas de una vez te diré exactamente cómo y qué vamos a hacer.  Siéntate aquí mientras traigo una pizarra y Ruperto nos sirve algunos refrescante vasos de cerveza fría. 
            Carlos trajo una pizarra de acrílico que colocó sobre una mesa y apoyó en la pared.  Ruperto, ya cambiado con prendas mucho más sueltas, nos ofreció a cada uno una refrescante porción de cerveza, mientras el parafernálico Carlos se preparaba para darme una detallada explicación de todo el entuerto al que me estaban invitando a entrar.
            - En realidad todo este negocio se basa en la vieja fórmula de la oferta y la demanda.  Nos publicitamos en la prensa con una novedad muy útil para todos los hogares, sólo que nuestras ventas serán por teléfono.  La gente nos llamará, nos preguntará, nosotros responderemos.  Si la gente quiere comprar pues concertamos una reunión y ya, si no pues será sólo saliva gastada.
            - Que siempre podrá ser recuperada por este divino brebaje- acotó Ruperto levantando su vaso.
- El esfuerzo -prosiguió Carlos- estaría en hacer todo lo posible por convencer al interesado que nuestro producto es el mejor.  No importa cuanto tiempo te tardes en ello. 
            - Pero la gente no querrá comunicarse con nosotros a un celular, se gasta demasiado. 
            - Es parte del riesgo, hermanito.  Si no funciona no hemos perdido más que algo de tiempo y saliva, que como ya dije, este brebaje puede recuperar.
            Fruncí el ceño.  Hasta ahí me parecía correcto y no hallaba dónde podía estar la treta o la falla.  Así que me apresuré a preguntar sin ambages:
            - Bien, pero ahora ¿qué es lo que vendemos? ¿de qué se trata este genial producto que podría hacer millonarios a todos?
            Carlos sonrió después de servirse algo de su cerveza.  Parecía estar complacido por estar derribando poco a poco mis objeciones, por demás muy razonables.  Claro que su respuesta me pareció totalmente descabellada:
            - ¡Clavos de vidrio!
            No sé qué cara puse pero debió ser terrible por el esfuerzo sobrehumano que hicieron Carlos y Ruperto por hacerme creer que dichos artilugios tenían una utilidad tan universal como los fósforos o el lustra muebles.  Pero es que me sentí de pronto tan sacado del mundo real que no podía coordinar idea alguna.  No podía imaginar a nadie que pudiera usar semejantes engranajes.  Salvo uno que otro joyero perdido en la galaxia, no veía ni el menor asomo de utilidad para tan rebuscado como invendible producto.
            Sólo recuerdo que con toda mi incredulidad logré musitar:
            - ¡Clavos de vidrio!
            Y la sonrisa de Carlos y Ruperto me aseguraba que había algo mucho más grande detrás de los...
            - ...  ¡Clavos de vidrio!...


2
            Aunque tenga que confesarme sorprendido, por el anuncio en la prensa llamó mucha gente.   Jamás pensé que en Chile hubiera tanta necesidad de ganancia, considerando que en los últimos años, según se dice, estamos en la cúspide de las economías latinoamericanas. Como todos los avisos de mis queridos amigos, el gancho era llamativo:
“Dinero extra para todo tipo de persona con necesidades y deseos de superación.  Negocio de Venta Directa de producto único en Chile.  Actividad realizable desde tu propia casa.   Llámanos al (09) 99.....  , (09) 98...  o al (09)97...  “

Y por más que les dije a mis amigos que nadie llamaría a números celulares por su alto costo, lo cierto es que sí llamó mucha, muchísima gente en todo el mes que estuvimos trabajando con lo de la venta directa.  Sólo que con un detalle en contra: cuando le decíamos de qué se trataba nos colgaban de inmediato, salvo uno que otro caso de gente que desea el producto y luego de vendido nos daba el dinero.  Ahí nosotros le colgábamos.
            Como botón de muestra voy a transcribirles, más o menos, una de esas veces en que alguien se comunicó con nosotros.  Carlos y Ruperto me habían dicho que el secreto estaba en hacer la conversación lo más larga posible; a este procedimiento ellos le llamaban “crear la relación”.  A mí me parecía una verdadera pérdida de tiempo y en ocasiones una tremenda falta de respeto con quienes tenían la buena voluntad de llamarnos.   Además que dicha estrategia no servía para nada.  En un solo día recibí como cien llamadas, las que luego se convirtieron en cien rotundos “- No, gracias”.  Esto me deprimía mucho, pues suponía que la cosa era sólo conmigo.  Pero no era así, a mis camaradas no les iba mejor ni por asomo y, sin embargo...  ¡ellos estaban felices!
            Recuerdo que en la etapa del entrenamiento, Carlos me hizo una demostración de cómo se supone que debía “crear la relación”.  Conectó el “manos libres” de su móvil y nos ofreció una contundente exhibición de talento comercial.  Uno de los llamados más representativos de todo este negocito fue más o menos así:
-¡Aló, hablo por lo del aviso en el diario! –era una bella voz femenina. 
            - Muy buenas, espero que esté muy bien.  ¿Por cuál de todos los anuncios nos habla? estrategia muy burda para darle mayor importancia a la “empresa”.  La voz de Carlos sonaba límpida, armoniosa, coronada con un pausado fraseo que daba a cada vocablo algo así como el sentido exacto de la noción por la que fue concebida.
            - Pues por el de Venta Directa.  Por favor dígame rápido de lo que se trata porque ocupo el teléfono de un amigo, usted sabe.
            - Sí, claro.  Bueno antes que todo la felicito por llamarnos ya que estamos seguros que nuestro producto beneficiará en mucho el presupuesto de su familia.
            - Sí, pero ¿de qué se trata?
            - Al grano, eso me parece excelente ¿Conoce usted la Venta Directa? ¿Ha trabajado antes?
            - Sí, vendiendo joyas.
            - Imagino que se dio cuenta que ese producto siendo muy vendible, no obstante está reducido a una sólo grupo de compradores ¿Verdad?
            - Sí, sí.
            - ¡Las mujeres!
- Sí, sí -La ansiedad de la interlocutora estaba haciéndose notar evidentemente.
            - Pues con nosotros no será así.  Nuestro producto tiene la especial ventaja de interesar tanto a damas como a caballeros ¿le parece eso conveniente?
            - Sí, sí, claro, pero apúrese quiere.
            - A eso voy.  Nuestro producto está avalado por una de las importadoras más prestigiosas de nuestro país lo que asegura tanto la calidad como la cantidad en caso de un pedido de varias unidades.  Por supuesto al distribuidor independiente, como usted, se le asegura “Satisfacción Garantizada” o la devolución de su dinero, de esta manera su venta estará coronada por una convicción y tranquilidad que se reflejará en sus ojos.  Dígame ¿le parece todo esto conveniente?
            - Sabe, mejor lo llamo otro día porque ya no puedo abusar de la gentileza de mi amigo.
         - No, no, espere.  Aquí valoramos su tiempo y sus limitaciones.   Por lo mismo paso de inmediato a contarle de lo que se trata.
            - Pues ya era hora.
            - Sólo responda a esta pregunta con toda sinceridad ¿de verdad quiere ganar dinero?
            - ¿Y para qué demonios cree que lo estoy llamando? Mejor adiós.
            - No cuelgue, escuche, nuestro producto es... 
- ¿Es qué? ¡Hable!
            - ¡Es el mejor producto en su ámbito! ¡Nadie podrá resistirse!
            - Oye, imbécil, ¿Por qué no le haces la fiesta a alguna mina que tenga el tiempo y la estupidez para escucharte? ¡Esto es una falta de respeto! ¡Voy a denunciarlos!
            - ¿Pero por qué? Aún no le digo lo que vendemos.
            - Y por el amor de Dios, ¡¡¡QUE ES LO QUE VENDES!!!
- El mejor de todos los productos...  o sea, ¡Clavos!
            - ¡Qué cosa!
            - ¡Clavos de vidrios! ¡Relucientes, bellos y utilísimos clavos de vidrios!
            ¡Clic! ¡Tuuu, tuuuu, tuuuu, tuuu..
         - La muy tonta colgó sin escuchar sobre el descuento a mamás solteras, fijo que era una.  Bueno, eso le pasa por impaciente.
            Atónito ante semejante demostración de ineptitud, me quedé mirando a Carlos quien entre sonrisa y satisfacción preguntó a Ruperto:
- ¿Cuánto tardó en perder esta oportunidad la niñita esta?
- Como 8 minutos.  No sé por qué la gente está tan acelerada.  Pero así y todo creo que vamos progresando.  Antes no nos escuchaban ni dos minutos.  Nuestro poder de persuasión está creciendo cada vez más.
            - Sólo la práctica hace al maestro.  ¡Oh, escucha, otro llamado! Es tu turno, Ruperto.
             Obviamente el resultado no fue ni remotamente distinto.

3
            Al mes de cumplido de nuestro “brillante” negocio de Venta Directa con cero encargos, sin embargo, mis queridos camaradas estaban radiantes, como si el bolsillo lo tuviesen llenos de monedas de oro.  Así que cuando me acerqué a ellos para hacerles algunas recriminaciones sobre mi tiempo perdido ellos me respondieron muy ufanos:
            - Si todo sale bien, mañana recibiremos un bonito cheque de nuestra empresa grande. 
            - ¡Pero si no hemos vendido nada! –estuve a punto de gritar.
            - ¡Oh, vamos hermanito, ya cálmate! Tus cuentas serán pagadas con creces.  Ya verás como todo va a estar bien.  Sólo espérate hasta mañana.
            Con paciencia desesperada y confundida esperé hasta el otro día.  No tuve ganas de llegar temprano así que me aparecí como al medio día.  Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi a Carlos y Ruperto celebrando con licor del bueno y su tema de siempre en la radio: “...ha pasado mucho tiempo, mucho tiempo, desde que te dejé llorando en la alameda…”.
            - Te lo dije, hermanito –me dijo Carlos- el plan resultó a las mil maravillas y tenemos trabajo como por algunos 3 meses más.  Todo está en seguir perfeccionando la técnica.
           - Hasta que nos roben la idea o el mismo socio, la empresa grande, nos joda de alguna  manera legal y malagradecida.
            - Ya sabes lo que dice la Escritura: “Los labios del justo instruyen a muchos”
            - Amén.  Y a propósito aquí está tu parte.
            Me entregaron un sobre con una cantidad lo bastante buena como para mantenerme un par de meses con sanas restricciones.  Entre la tranquilidad y la intranquilidad no pude más que preguntar esperando algunas de sus charadas de siempre:
            - Muy bien, estoy dispuesto a escuchar la explicación de todo esto.  Siempre supe que lo del Venta Directa era una verdad a medias, que en el caso de ustedes es algo así como una mentira completa.  Sí, es cierto que me favorece mucho, pero es que muchísimo este dinero, lo que quiero saber es por cuál de todas las razones que no he podido pensar es que debo pedir perdón a Dios por mí y por ustedes.  Como yo lo veo, nada se encargó, y el porcentaje de nada es nada ¿cómo es posible que una empresa les cancelé algo por nada? Así que lo preguntaré sólo una vez ¿de dónde salió todo este dinero?
            Carlos puso típico rostro de “maestro de la galaxia” que va a explicarle a una criatura inferior alguna regla cósmica tan evidente que sorprende siquiera la pregunta por ella.  A estas alturas, ya me había acostumbrado.           
            - En primer lugar, nunca dijimos que el negocio estaba en vender los dichosos clavos de vidrio.
- De hecho, -apuntó Ruperto- dichas leseras son irrelevantes.  Para ser franco nunca he visto uno.
         - En segundo lugar, tampoco creo haberte dicho que la empresa grande nos pagaba por venta.  
            - Eso fue sólo una asociación indebida de tu parte –volvió a escucharse Ruperto.
           - Lo cierto es que el negocio está aquí – y me mostró el celular que la bendita empresa les había entregado- Es como uno de esos números de Tarot o consultas esotéricas, pero sin recargo.  Nuestra empresa grande es una de las más grandes en la rubro de la telefonía, por cada llamada hecha a nuestros móviles cobrábamos un porcentaje.  Algunas de estas compañías no saben cómo obligar a la gente a usar el servicio, nosotros sólo les llevamos una idea. 
            Entonces entendí por qué lo latero de sus conversaciones con los clientes; entendí la felicidad por cada rechazo; y vislumbré en qué consistía la técnica de hacer que otro se mantuviera en contacto.
            Estaba viendo la luz cuando algo muy conocido me desconcentró.
- Un cliente llamando.  No hay que hacerlo esperar. 
Y mientras Ruperto cronometraba, Carlos ya decía:
- Aló, sí, ¿por cuál de todos nuestros avisos llama usted...

3 comentarios:

  1. ¡Pero qué cuento más entretenido! Desde un principio me intrigaba qué vendían estos sujetos y luego cuando remataste con la explicación de dónde venia el dinero de la paga...Fue genial. ¿Clavos de vidrio? Ello está a la altura de la campana de goma. Espero más cuentos de esta dupla de negociantes (algo) inescrupulosos.Por cierto...¿Te inspiraste de alguna manera en "El Club de los Negocios Raros" de Chesterton para escribirlos? ¿Algún tipo de homenaje? La labia de estos sujetos, y su empeño en ganar dinero de forma poca ortodoxa, me recordó a la especial sintaxis de cierto sujeto dickensiano, que bien ambos conocemos (solo voy a decir sus iniciales: Guil, o quizás Gil).

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  2. Pues muchas gracias, nunca pensé que las chapuzas de mis viejos amigos, quienes de verdad existen aunque no esté actualmente en contacto con ellos, todavía divirtieran, lo que por cierto me complace mucho. Lo cierto es que tengo algunos cuentos más por ahí con ellos, y hasta el borrador de una novela corta que puedo compartir por entregas, pues la tengo sólo mecanografiada. En realidad hay cierta influencia de O'Henry con dos personajes geniales llamados "Los pícaros sentimentales" cuyos nombres son Jeff Peters y Andy Tucker, cuando conocí a Carlos y Ruperto (que otros son sus nombres reales, pero cuando supieron que escribía sobre sus andanzas, me sugieron los que acá uso) no pude dejar de ver la versión chilensis de los personajes del autor de "El Regalo de los Reyes Magos". Recomiendo el cuento Mascarada Estival, que hay que leerlo hasta el final para reírse. Gracias por tus comentarios y estaremos prontos a subir algo de estos dos locos de remate. Gracias.

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  3. Querido Astarajael
    He leído su cuento con especial emoción y noto ese juego de intrigas que existen entre esos dos seres sin mucho escrúpulos por obtener ganancias, el juego de diálogos que se presentan entre ambos y finalmente esa inmoralidad existente, que los protagonista presentan como algo bueno o por lo menos neutro, hace del relato algo emocionante. Creo que tiene claramente una influencia de Borges, como el "Jardín de los Senderos que se Bifurcan", la temática es diferente, el juego intriga es la misma.
    mis felicitaciones, aun que creo que no debe hacer una serie de este cuento, no caiga en esas ideas de la mala literatura norteamericana, donde los escritores les pagan por palabras y no por obra.

    "El agua de la vida"

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